jueves, 23 de octubre de 2014

Presentación del corto "El Foco"






Jueves 23 y viernes 24, presentación del corto documental " El foco"

Cuando el foco alumbra la inseguridad y la peligrosidad de los y las 
jóvenes, oculta todas aquellas violencias que ellos/as sufren
 
cotidianamente.
Ante el conflicto y la violencia,¿por que la única solución que se nos
 
propone es la represión y la cárcel?.



-Jueves 23 de octubre 20h. Maldonado 11 62 esq, Gutierrez Ruiz , SES. Panelistas Invitados :Diana Gonzalez (IACI), Luis Pedernera (IELSUR)

-Viernes 24 de octubre, 21hs, Durazno 972, SAG. Panelista: Luis E. Morás

Realiza e invita Colectivo Rompesilencios y Globale

miércoles, 21 de mayo de 2014

En resumen...



No vamos a centrarnos en el tema de la baja de la edad de imputabilidad, las premisas de que se parten para afirmarla son falsas: en nuestro país los gurises son imputables desde los 13 años de edad.
Eso no quiere decir que creamos que no hay problemas en relación a estos gurises, y también problemas en relación a la violencia y a la seguridad. Pero…¿Qué violencias vemos y cuales permanecen ocultas ¿Por qué solo asociamos la seguridad a la represión y no a la seguridad para todos de poder ejercer nuestros derechos?
Las premisas del mundo capitalista y del mercado implican para los trabajadores y las “clases medias”, contextos de suma fragilidad e inseguridad en el sostén de sus trabajos y condiciones de vida. Y para las franjas más empobrecidas implica la condena a vivir en condiciones de exclusión en relación al ejercicio  de sus derechos
Desde estas perspectivas¿Quiénes son los más inseguros? Un muy alto porcentaje de los niños y niñas(que es justamente el sector al que se está atacando) nacen hoy por debajo de la línea de la pobreza, viviendo como realidad cotidiana situaciones de desnutrición, restringido acceso a la salud y a un desarrollo saludable, muy pocas posibilidades educativas y laborales, exposición a múltiples situaciones de violencia, abuso, prostitución infantil y otras tantas vulneraciones
El estado, herramienta del capital, responsable de todas estas violencias  y de su ocultamiento, es a la vez promotor de políticas que generan sentimientos de inseguridad en relación a la peligrosidad de un sector de la población, a fin de facilitar el saqueo y el control necesario para que este sea posible. No interviene promoviendo la integración social sino que lo hace para evitar la irrupción de los excluidos, para mantener la exclusión.    
Desde las políticas públicas desarrolladas por el estado, se fragmenta con políticas diferenciadas de educación, vivienda, espacios públicos, etc, etc, etc. que construyen geografías, territorios, diferenciados y distanciados.
 Se fractura en relación a los discursos y políticas de derechos humanos, mientras “se valida” la reivindicación de los derechos humanos en relación a la dictadura, se oculta y niega (con muchas cifras de lucha “contra la pobreza”),  que los derechos humanos de los pobres son los más atacados por la política del capital. Por si fuera poco, en cárceles y comisarías tanto a los menores de edad como a los adultos, se realizan cotidianamente prácticas que asociadas a la dictadura serian consideradas como  torturas  y ahora parece ser que no lo son, o no lo son cuando se aplican a un sector de la sociedad.
Los medios de comunicación, colaboran consolidando la asociación: más vulnerables = amenaza.
Con el argumento de la lucha contra el narcotráfico y por la seguridad, etc., se desarrollan dispositivos de disciplinamiento (razzias, gatillo fácil, etc.) donde a partir de la naturalización de la asociación: pobreza = delito, se construyen zonas despojadas de derecho
Todos estos aspectos resultan funcionales para el control y disciplinamiento en general de toda la población y el ejercicio de caminos de violación de las “garantías individuales”  a favor de la “seguridad democrática”
Se produce un fuerte proceso de estigmatización, ubicando en un sector de la población, en un “blanco fácil” al  “enemigo interno”: fundamentalmente el joven pobre no blanco…
Se delimita un enemigo, el lugar donde ubicamos el problema, con esto se logra velar todas las otras inseguridades y violencias que sufrimos como sociedad y paralelamente funciona como argumento óptimo para aumentar la represión y el control en todos los sectores que sean potencialmente peligrosos para la acumulación del capital.
Se apunta a la pobreza, a los y las pobres, se diseñan políticas focalizadas, operativos de control social, etc. El foco está puesto sobre ellos, se plantea intervenir sobre la pobreza, eliminar la pobreza, cuando en realidad es sobre las personas pobres…con esto se busca mover el foco del verdadero problema: lo que hay que eliminar es la riqueza, la concentración de riqueza. Se intenta por todos los medios sacar la riqueza del foco, porque verla nos obliga a ver cuál es el verdadero enemigo…esto es lo que trata de esconderse.
Con la rapiña chiquita se oculta la gran rapiña…


                                           Rompesilencios

lunes, 19 de mayo de 2014

En el foco


¿Bajar o no bajar la edad de imputabilidad? ¿Es en verdad esa la cuestión? ¿O es tras ella que se enmascaran y ocultan otras problemáticas?

Como en el efecto producido por un foco, que apunta con toda su potencia resaltando un punto, un ángulo de la realidad, el resto de la misma queda invisibilizado. Se pone el foco sobre la “inseguridad”, el delito y los menores infractores, en una imagen distorsionada, donde: delito, jóvenes y pobreza parecen ser lo mismo.

Esto no quiere decir que no visualicemos ningún problema en relación a la violencia y la “seguridad” actualmente. Es verdad que estamos viviendo en una sociedad violenta, pero, ¿qué violencias vemos o nos muestran, nos enfocan y cuales permanecen ocultas? ¿A que intereses responden tanto el poner el acento en algunos puntos, como invisibilizar otros?

En el diseño de las políticas de control, es importante la construcción de un otro, un enemigo interno en el que depositar los miedos propios y toda la violencia que estos generan.

Se define un chivo expiatorio donde colocar los problemas conformando un fuerte proceso de estigmatización, ubicando como el “enemigo interno” fundamentalmente al joven, pobre, no blanco y con esto se busca velar todas las otras inseguridades y violencias que sufrimos como sociedad cotidianamente; funcionando paralelamente como argumento óptimo para aumentar la represión y el control en todos los sectores que sean potencialmente peligrosos para la acumulación del capital (lo que además representa un negocio muy lucrativo para el mismo: empresas de seguridad privada, cárceles, etc.).

Se apunta a las pobres; se diseñan políticas focalizadas, operativos de control social. El foco está puesto sobre ellos y ellas, se plantea intervenir sobre los pobres, eliminar los pobres. Se mueve el foco del verdadero problema: la riqueza, la concentración de la riqueza; pretendiendo sacarla del foco, porque verla nos obliga a comprender cuál es nuestro verdadero enemigo y esto es justamente lo que trata de ocultar.

Desde las políticas públicas, se fragmenta con políticas diferenciadas de educación, vivienda, espacios públicos; lo que va construyendo geografías, territorios diferenciados y distanciados.

Con el argumento de la lucha contra el narcotráfico y por la seguridad, se desarrollan dispositivos de diciplinamiento (razzias, gatillo fácil, mega operativos) donde a partir de la naturalización de la asociación: pobreza = delito, se construyen zonas despojadas de derecho.

Esto no es nuevo, ni original, pues es una construcción que se viene llevando adelante desde hace tiempo, pero con un especial impulso a partir de la supuesta lucha contra “el terrorismo” encabezada por Bush y Tony Blair, se ha trabajado en la legitimación de la tortura, detenciones arbitrarias y demás prácticas, creando una zona de no derecho en la que cualquiera puede caer y quien se considere peligroso para el mantenimiento del sistema, está en la mira.

Todos estos aspectos resultan funcionales para el control y disciplinamiento de la población en su conjunto y el ejercicio de la violación de las “garantías individuales”, a favor de una supuesta “seguridad democrática”.

En estas construcciones quedamos paralizados, incapacitados para la autonomía, presos del pensamiento heterónomo, que nos devuelve la realidad de un único modo posible, el del poder.

Actualmente se produce una fractura en los discursos y políticas de derechos humanos, pues mientras “se valida” la reivindicación de los mismos en relación a la dictadura (que de más esta aclarar que es totalmente valida), se oculta y niega que los derechos humanos de los y las pobres son los más atacados por las políticas del capital.
Este ataque es sistemático y es llevado adelante por parte del propio Estado, que dice proteger dichos derechos; mientras sabido es que en cárceles y comisarías tanto de menores de edad como de adultos, se realizan cotidianamente prácticas que asociadas a la dictadura serían sin duda consideradas torturas (picana, submarino, plantón, etc.) y ahora parece ser que no lo son, o no lo son cuando se aplican a un determinado sector de la sociedad.

Volvemos a preguntarnos entonces, si el problema es la “inseguridad” o ésta es la pantalla que se utiliza para ocultar el saqueo que se sigue realizando sobre nuestros pueblos.

¿Cuál ha sido el proceso para que hoy se haga una asociación prácticamente inmediata de la seguridad con la represión y resolución de conflictos de modo violento y punitivo? ¿Por qué al hablar de seguridad, no pensamos por ejemplo en la seguridad de ejercer el derecho a la vivienda, salud, educación, seguridad alimentaria o trabajo.

¿Es pensable realmente que la solución para algún problema y éste en particular pasa por el encierro? ¿No esta siendo acaso la privación de libertad el mecanismo que están aplicando los estados como forma de “resolver” la inequidad social?

Más que no a la baja, debiéramos decir No a las cárceles, pero también no a los falsos discursos que mientras hablan de la defensa de los DD.HH. y del niño, envían leyes desde el propio Poder Ejecutivo con el mismo corte represivo, entre ellas: el mantenimiento de los antecedentes penales para los menores y el aumento de las penas para los mismos.

Más que no a la baja, algunos y algunas pensamos que debemos proponer pensar en medidas que no pasen por la punición y el encierro de las personas. Porque la baja de la edad de imputabilidad, que en realidad lo que propone es que se juzgue a menores de 16 años como si fueran mayores de edad no es solución y en verdad agrava el problema, pero tampoco son solución los centros de reclusión en los que menores y mayores de edad actualmente son sometidos diariamente a la violación sistemática de todos sus derechos.

Pensar juntas y juntos respuestas y acciones colectivas, que nos permitan salir de la lógica punitiva y represiva instalada actualmente en nuestra sociedad es un desafío que tenemos por delante, quienes pretendemos vivir en una sociedad verdaderamente justa, donde no existan las cadenas, sin oprimidos ni opresores.